1.
| Vosotras, las familiares |
| inevitables golosas, |
| vosotras, moscas vulgares |
| me evocáis todas las cosas. |
| ¡Oh, viejas moscas voraces | |
| como abejas en abril, | |
| viejas moscas pertinaces | |
| sobre mi calva infantil! |
| Moscas de todas las horas | |
| de infancia y adolescencia, | |
| de mi juventud dorada; | |
| de esta segunda inocencia, | |
| que da en no creer en nada, | |
| en nada. |
| ¡Moscas del primer hastío | |
| en el salón familiar, | |
| las claras tardes de estío | |
| en que yo empecé a soñar! |
2.
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
3.
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
4.
Recuerdas cuando
en invierno
llegamos a la isla?
El mar hacia nosotros levantaba
una copa de frío.
En las paredes las enredaderas
susurraban dejando
caer hojas oscuras
a nuestro paso.
Tú eras también una pequeña hoja
que temblaba en mi pecho.
El viento de la vida allí te puso.
En un principio no te vi: no supe
que ibas andando conmigo,
hasta que tus raíces
horadaron mi pecho,
se unieron a los hilos de mi sangre,
hablaron por mi boca,
florecieron conmigo.
5.
Recuerdas cuando
en invierno
llegamos a la isla?
El mar hacia nosotros levantaba
una copa de frío.
En las paredes las enredaderas
susurraban dejando
caer hojas oscuras
a nuestro paso.
Tú eras también una pequeña hoja
que temblaba en mi pecho.
El viento de la vida allí te puso.
En un principio no te vi: no supe
que ibas andando conmigo,
hasta que tus raíces
horadaron mi pecho,
se unieron a los hilos de mi sangre,
hablaron por mi boca,
florecieron conmigo.
5.
| Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba, érase un peje espada muy barbado era un reloj de sol mal encarado, érase una alquitara pensativa, érase un elefante boca arriba, era Ovidio Nasón más narizado. Érase el espolón de una galera, érase una pirámide de Egipto, las doce tribus de narices era; érase un naricismo infinito, muchísimo nariz, nariz tan fiera que en la cara de Anás fuera delito. 6. Con horribles pastillas perfumadas, intenta enmascarar el alcohol barato. Pero del fondo de su cloaca brota el olor nauseabundo. Es preferible que no mezcle dos fetideces y acepte ser borracho. 7. El dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso, he de contar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, (de pacer olvidadas) escuchando. 8. Declaro en nombre de la ley y de la Sociedad, que quedan ustedes unidos en legítimo matrimonio con todos los derechos y prerrogativas que la ley otorga y con las obligaciones que impone; y manifiesto: "Que éste es el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y de suplir las imperfecciones del individuo que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano. Este no existe en la persona sola sino en la dualidad conyugal. Los casados deben ser y serán sagrados el uno para el otro, aún más de lo que es cada uno para sí. SOLUCIONES 1. Oda. 2. Madrigal. 3. Elegía. 4. Epitalamio. 5. Sátira. 6. Epigrama. 7. Égloga. 8. Epístola. |
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ResponderEliminarEs el 1 el 4 el 8 y 7
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